Brasil, Perú y Venezuela son los únicos países de Suramérica que han reportado casos de fiebre amarilla en 2021. Tras notificar un caso en 2019 luego de 14 años de ausencia, en 2021 se volvieron a confirmar casos en comunidades rurales del estado Monagas. ¿Qué factores pueden incidir">
La fiebre amarilla es una enfermedad vírica aguda y hemorrágica, propia de áreas tropicales de África y América Latina. El virus de la fiebre amarilla se transmite por la picadura de mosquitos Haemagogus y Sabethes en las zonas selváticas de las Américas y por el mosquito Aedes aegypti en las zonas urbanas.
El término «amarilla» alude a la ictericia (coloración amarilla) que presentan algunos pacientes.
En Venezuela, según explica María Eugenia Grillet, profesora titular del Instituto de Zoología y Ecología Tropical de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y experta en enfermedades transmitidas por vectores, la fiebre amarilla es una enfermedad endémica que circula en ciclos en áreas naturales del país, como los bosques.
Tres regiones de circulación
De acuerdo con estudios realizados en los últimos años, hay tres regiones de circulación en Venezuela. La primera de ellas es el área de influencia del Lago de Maracaibo. Se le conoce como la onda epizoótica del Lago de Maracaibo, que comprende no solamente el Zulia, sino también zonas cercanas en estados como Mérida y Falcón.
A la segunda onda epizoótica, indica Grillet, se le conoce como San Camilo, por la identificación de casos en la selva de San Camilo (Apure), y se extiende a estados como Yaracuy y Cojedes.
La tercera y última es la epizootia de la región de Guayana, que comprende Monagas, Anzoátegui y el estado Bolívar y puede llegar hasta Sucre.
«Esas son las tres grandes regiones donde siempre ha habido las epizootias de fiebre amarilla. La fiebre amarilla circula en ciclo natural. Cuando se presenta un brote normalmente uno lo llama epizootia porque son aumentos en el número de casos e intensidad en monos. El ciclo natural es monos, tanto el araguato y el capuchino, y el mosquito dentro del bosque. Normalmente cuando se habla de brote es que empiezan a aparecer monos muertos», dice a Efecto Cocuyo.
Al detectar las muertes de monos, significa que la incidencia de casos dentro del bosque ha aumentado y los humanos cercanos, quienes completan el ciclo, están en riesgo.
«Como estos bosques cada vez están más intervenidos y el hombre vive más cerca de ellos, es posible que algún humano, en alguna actividad cerca de ese bosque, sea picado por un mosquito que circula el virus y ese humano adquiere la infección. Esos son los casos que normalmente se han registrado en Venezuela como brotes epizoóticos», indicó.
En Venezuela, los siete casos humanos de 2021 corresponden al sur del municipio Maturín, estado Monagas. También se detectaron 10 epizootias en monos: siete en Monagas y tres en Anzoátegui.
Caen la vigilancia y la vacunación
¿Por qué Venezuela se mantuvo 14 años sin casos y por qué en 2019 y 2021 surgieron otros? Grillet explica que el país tenía un buen sistema de vigilancia epidemiológica, antes coordinado por Malariología, que se encargaba de todas las enfermedades transmitidas por insectos vectores, y después por la División de Saneamiento Ambiental del Ministerio de Salud.
La vigilancia consistía en ver si aparecía algún mono muerto o algún caso sospechoso en las zonas endémicas. También había vigilancia entomológica, para constatar si había mosquitos infectados, y vigilancia virológica, para detectar la presencia del virus en el mosquito y en el mono.
Por último, se garantizaba la vacunación contra la fiebre amarilla en las poblaciones de riesgo que vivían en torno a esas zonas.
La vacuna de la fiebre amarilla es una de las que mejor funciona en el mundo y confiere protección de por vida. Para María Eugenia Grillet, experta en ecología y epidemiología, la caída de la cobertura vacunal ha sido otro de los factores determinantes en el resurgimiento de casos.
«Lo que ha disminuido en Venezuela, además de la vigilancia, es la cobertura de vacunación. La cobertura en Venezuela en general de todas las enfermedades prevenibles por vacunas es muy baja desde 2016 por la crisis humanitaria en salud. Lo más seguro es que eso es lo que ha estado incidiendo: una baja cobertura de vacunación, un brote que surgió, que no se vigiló a tiempo y así la probabilidad de que haya transmisión a humanos es alta», indica.
La propia OPS reportó escasez de vacunas contra la fiebre amarilla en 2017 y 2018. Según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la cobertura en niños y niñas fue de 35 % en 2018, de 80 % en 2020 y de 82 % en 2021, mientras que el nivel recomendado en las zonas endémicas debe ser mayor a 95 %.

El caso de 2019
En 2019 se confirmó el primer caso de fiebre amarilla en humanos tras 14 años sin detección en Venezuela. La última epizootia importante había ocurrido en 2005. Antes de 2005, hubo otras en 2003 y 1998.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el 13 de noviembre de 2019 se notificó un caso en un agricultor pemón de 46 años, sin antecedentes de vacunación, «en el contexto de una ola epizoótica procedente de Guyana».
Ocurrió en la comunidad Kuana ubicada en el sector Kamarata, municipio Gran Sabana del estado Bolívar. En ese momento, aplicaron vacunas a la población entre 1 y 59 años sin prueba de vacunación e implementaron medidas de control de vectores con la fumigación de espacios.
A raíz del caso, la Oficina Sanitaria Panamericana ayudó al Ministerio de Salud a preparar un Plan Nacional para el Control y la Prevención de la Fiebre Amarilla 2020-2024 en el marco de la estrategia mundial para eliminar las epidemias de fiebre amarilla.
El plan contemplaba la realización de campañas de vacunación y la aplicación de estrategias de rutina y medidas de vigilancia epidemiológica en Bolívar.
Además programó otra campaña de vacunación de seis meses, que comenzaría en abril del 2020 y se llevaría a cabo en otros nueve estados para mitigar los riesgos de brote, como parte de la Semana de Vacunación de las Américas. Sin embargo, esa campaña se postergó por la pandemia de COVID-19.
En un documento sobre la cooperación en Venezuela, la OPS destacó que uno de los desafíos que obstaculizaban el progreso de las campañas de vacunación era la escasez de vacunas contra la fiebre amarilla en el país. Para finales de abril del 2020, el país solo tenía en almacén 523.800 dosis para el programa de inmunización rutinaria.
Luego, en mayo, la OPS coordinó una donación de 4,7 millones de dosis de vacunas contra la fiebre amarilla provenientes de Brasil. Sin embargo, se desconoce cuántas vacunas en total han istrado desde entonces.

Solo se sabe que entre enero y julio de 2021 se aplicaron 249.227 dosis, de acuerdo con la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha).
Después de la detección del caso de 2019 y hasta la notificación de los casos de 2021, no se sabe qué ocurrió. Además, la pandemia de COVID-19 ocupó a la mayoría del personal sanitario, también desmovilizado por la crisis del país.
Para Grillet, existe la probabilidad de que el caso de 2019 responda a una ola relacionada con la minería, pues muchas de las personas que entran a los bosques a hacer minería no están protegidas, situación que eleva el riesgo de la reemergencia de casos de fiebre amarilla.
«En el pasado, en muchos de estos casos en Bolívar y la zona oriental, el riesgo venía de Trinidad, Guyana o Brasil, pero ahora nuestra minería es autóctona y es la que se está metiendo en los bosques. Ese es el temor, que la deforestación y la minería puedan estar promoviendo e incentivando brotes de fiebre amarilla», añade.
La vacuna es la mejor protección
Una sola dosis de la vacuna contra la fiebre amarilla brinda protección duradera. La mejor medida de prevención para la fiebre amarilla es la vacunación.
«La vacuna de por sí te protege, que es lo más importante. También se puede intentar evitar que te piquen los mosquitos, pero si te metes en un bosque, es difícil. Si estás vacunado estás protegido«, indica Grillet. «A nivel individual es ir protegido: intentar evitar picadas de mosquitos y tener la vacuna».
A nivel del Estado, según la experta, es fundamental poner la vacuna a disposición de todos, no únicamente a las personas que estén cerca del brote. La responsabilidad es garantizar las coberturas de vacunación cada año de manera continua, pues en cada comunidad hay personas que se mudan y personas que nacen. También hay que mantener los sistemas de alerta.
Los síntomas de la fiebre amarilla, según OPS, son fiebre, cefaleas, ictericia, dolores musculares, náuseas, vómitos y cansancio. Un pequeño porcentaje de pacientes pueden entrar en una fase más tóxica y presentar síntomas graves y morir.
«Como medida de emergencia está bien: tú vacunas inmediatamente a toda la población alrededor para prevenir que se presenten más casos, pero también se debe comenzar una campaña de vacunación contra la fiebre amarilla en Venezuela en todas las regiones endémicas», señala.
Aunque la vacuna protege de por vida, algunos países piden que tenga menos de 10 años de aplicada. A algunas personas que ya se vacunaron pero no guardaron la tarjeta de vacunación, les toca vacunarse de nuevo. Grillet explica que en ese caso, no ocurrirá nada malo.