Por qué la inclusión de las mujeres aumenta la probabilidad de lograr acuerdos duraderos

Por:
Anais López
Socióloga

Estudios recientes en América Latina muestran con mucha claridad que para las mujeres la paz es un asunto personal y político. Buena parte de sus anhelos de paz están relacionados de forma directa con estabilidad económica para ellas, educación y salud para sus hijos/as, y oportunidades para ellas en términos productivos. Cada vez más por cierto, crece la demanda de una mayor participación política directa, en las instancias de decisión y gobierno.

Otra dimensión específica relacionada con las limitaciones a la paz y las posibilidades de las mujeres de participar como agentes de cambio en la transformación de los conflictos, es aquella que se relaciona con la violencia al interior de los hogares, en el contexto de relaciones de pareja, y, por otra parte, la violencia sexual que se expresa de múltiples formas, sea un conflicto armado o no: las violaciones, la trata de mujeres y niñas, la explotación sexual, son flagelos que padecen fundamentalmente mujeres y niños/as, y obstáculos muy específicos para que puedan participar de forma plena en la sociedad.

El pasado jueves 31 de marzo se realizó el foro: Mujeres, Paz y Seguridad. Una iniciativa de la embajada de Alemania, en alianza con Efecto Cocuyo. Esta actividad hace parte de la apuesta del gobierno federal de Alemania, y muy especialmente de su ministra de Exteriores, la Sra. Annalena Baerbock, de darle un nuevo aliento a la resolución 1325 aprobada el 31 de octubre de 2000, por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

La resolución 1325 es un reconocimiento y al mismo tiempo una declaración de intenciones, sobre la necesidad de promover y asegurar una mayor participación de las mujeres en la transformación de los conflictos y los acuerdos para mantener una paz estable y duradera. La literatura y la experiencia concreta apuntan a que, para que esto sea posible, es necesario que las mujeres estén presentes en los espacios de toma de decisión en todos los niveles de gobierno. La mayoría de los estudios coinciden, en que para que esto sea posible, se requiere inversión y financiamiento a políticas que promuevan mejorar las condiciones de las mujeres en el a bienes, servicios e ingresos propios.

Han pasado 22 años desde que fue aprobada la resolución y además del reconocimiento- y el hecho concreto de que la cuestión de cómo participan las mujeres en estos procesos ha sido puesta sobre la mesa- en términos de implementación a nivel de las naciones deja mucho que desear.
Los conflictos y las crisis políticas, sean armados o no, impactan de forma diferenciada a hombres y mujeres.

Este impacto se agrava, ahí donde el Estado de Derecho ya estaba afectado por regímenes autoritarios o conservadores, en donde el papel de las mujeres y las pocas políticas públicas que se dirigen a estas, se orientan casi exclusivamente a mal gestionar la maternidad y la reproducción. Al menos, en América Latina esta es la tendencia.

Reproducción y maternidad son casi la única dimensión de la política pública que se desarrolla en medio de una ausencia casi absoluta de redes de cuidados y de oportunidades, para que las mujeres puedan conciliar la maternidad con su desarrollo profesional, lo que haría posible un mayor control de su propia vida y mejores oportunidades para una participación más activa en los debates públicos relacionados, por ejemplo, con los graves problemas de seguridad, en un sentido amplio de lo que eso pueda significar.

A pesar de los obstáculos, en Venezuela y en América Latina las mujeres han logrado organizarse en distintos niveles, desde lo comunitario hasta lo nacional, para exigir que sus voces sean escuchadas, y promover la paz mientras se exige justicia y políticas públicas que garanticen el derecho a decidir, a participar.

La iniciativa del gobierno federal de Alemania es una muy buena oportunidad para abrir la discusión sobre cómo y qué es necesario hacer en 2022 para que las mujeres puedan participar de forma plena en la sociedad, y no sólo en cuestiones referidas al género, en condición de víctima o como madres y nada más.

En 2010 Ban Ki Moon, quien fuera secretario general de las Naciones Unidas apuntaba que: «las mujeres son agentes decisivos en el apuntalamiento de tres pilares para una paz duradera: la recuperación económica, la cohesión social y la legitimidad política» (Naciones Unidas, 2010).

Hay razones para ser optimistas con este relanzamiento de la agenda Mujer, Paz y Seguridad, porque son muchas las mujeres con la vocación de organizarse y participar. Lo que hace falta es apoyarlas y voluntad para coordinar estratégicamente el fortalecimiento de esos procesos, hasta que llegue el día en que una participación plena de las mujeres en todos los ámbitos relacionados con el desarrollo, y la gestión de gobierno sea la regla y no una excepción.

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