Preparémonos para algunas noches (y días) oscuros y tormentosos. La temporada de huracanes del Atlántico de este año, según el último pronóstico de la istración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés), comenzará el 1 de junio y durará hasta el 30 de noviembre. Esto traerá otra ola de tormentas que será superior al promedio, siguiendo los pasos de la temporada récord del año pasado. El jueves 20 de mayo, los científicos de la NOAA indicaron que es factible que veamos una actividad de huracanes “por encima de lo normal”, con una probabilidad del 70%, representando de 13 a 20 tormentas con su respectivo nombre. De ellos, entre seis a diez se convertirán en huracanes y hasta cinco podrían convertirse en grandes huracanes, con vientos que alcancen al menos 180 km/h.

NOAA es una de las muchas instituciones académicas, agencias gubernamentales o empresas privadas que realizan proyecciones de las temporadas de huracanes. Una de ellas, es el equipo de Investigación del Clima y el Tiempo Tropical de la Universidad Estatal de Colorado, que ya había publicado su pronóstico el 8 de abril para el Atlántico, previendo unas 17 tormentas, y cuatro de ellas, huracanes de gran magnitud (de categoría 3 o mayor). Por su parte, los investigadores del servicio meteorológico nacional del Reino Unido esperan una temporada de huracanes promedio para el Atlántico Norte, al predecir 14 tormentas en su pronóstico publicado el 20 de mayo.

El año pasado, la temporada de huracanes fue extremadamente activa, batió récords con 30 tormentas con nombre, la mayor cifra anual registrada. En términos meteorológicos, 2020 fue un año histórico: la tormenta subtropical Theta se formó en el Océano Atlántico, elevando el número total de tormentas con nombre esta temporada a 29. En septiembre, el Centro Nacional de Huracanes ya había revisado su lista alfabética de nombres y había incluido letras griegas en los nombres de los huracanes.

Una mejor tecnología para la detección de tormentas y para comprender su estructura, también ha llevado a los expertos a recalibrar sus estándares de cómo se ve una temporada de huracanes “promedio”, y ahora es más alto de lo que solía ser. Anteriormente, según los datos recopilados entre 1981 al 2010, 12 tormentas eran el promedio por temporada. Los registros muestran que las tormentas de mayor fuerza y humedad son cada vez más frecuentes y una creciente cantidad de evidencia sugiere que el cambio climático está impulsando esta tendencia. Las velocidades del viento en los huracanes que azotan a las islas del Caribe son más del doble de fuerza que hace 60 años, obteniendo su poder destructivo del calentamiento de los océanos.

Hay un calor considerable en gran parte del Atlántico oriental, donde la temperatura de la superficie del océano está entre 1 y 3 grados centígrados sobre lo normal. Las temperaturas de la superficie del mar son uno de los elementos para alimentar a los huracanes, por lo que tiene sentido que haya una correspondencia entre las temperaturas y una temporada activa. El agua caliente actúa como combustible para los huracanes y puede conducir a un proceso llamado “intensificación rápida”, donde la velocidad máxima del viento de una tormenta aumenta, en al menos, 50 km/h en unas pocas horas. Ocho de las tormentas de 2020 experimentaron esta rápida intensificación sobre las cálidas aguas de nuestro Mar Caribe. Este tipo de intensificación significa que una tormenta tropical puede convertirse en un huracán, más rápidamente. Pero eso no quiere decir que viajará a mayor velocidad. Los vientos son impulsados ​​por una diferencia de temperatura entre el ecuador y los polos, a medida que el Ártico se calienta a un ritmo más rápido que los trópicos, esa diferencia de temperatura se reduce y ralentiza la velocidad de los vientos.

El análisis de unos 4 mil ciclones tropicales, a lo largo de cuatro décadas, ha mostrado que tales tormentas se forman con más frecuencia y aumentan en fuerza a medida que se incrementan las temperaturas globales. Los modelos de los investigadores también han demostrado que los huracanes, durante la última década, inundaron las áreas costeras con un 10% más de lluvia, debido al cambio climático. Basta recordar el huracán Rafael que se formó a partir de una depresión originada cerca de Cabo Verde, fue creciendo en intensidad  hasta convertirse en tormenta tropical y al encontrarse cerca de las Antillas menores, se transformó en el 9° huracán de la temporada. Debido a su gran tamaño, las lluvias intensas se extendieron a través del país a partir del 10 de octubre de 2012, prolongándose hasta el día 24. Los efectos indirectos resultaron desastrosos: centenares de viviendas destruidas, pueblos inundados y miles de personas damnificadas.

En la mente de todos está que las temporadas de tormentas se encuentran cada vez más vinculadas al cambio climático. Así lo señala una encuesta publicada el año pasado, donde se encontró que el 45% de las personas creen que el cambio climático está contribuyendo “en gran medida”, a que los huracanes sean cada vez más severos.

A pesar de toda la evidencia recolectada, un grupo de científicos del clima sugieren que la explicación de la actividad del 2020 no es tan sencilla. Advierten que una sola tormenta o incluso una sola temporada no es un signo de cambio climático. El conjunto de datos de la NOAA sobre tormentas tropicales en el Atlántico muestra un aumento en su número, desde la década de 1880. Pero estos investigadores lo atribuyen a la mejora en la tecnología: los satélites ahora detectan tormentas de corta duración que antes no se registraban, especialmente en las partes más alejadas del océano. Sin embargo, es posible que eso no explique el aumento de tormentas tropicales que se han observado desde la década de 1980. La tendencia parece ser real y no un “artificio” de observación. El cambio climático definitivamente está contribuyendo al calentamiento: las temperaturas medias de la superficie del mar han aumentado, constantemente, desde finales del siglo XIX. Le estamos dando más energía a estas tormentas. Obtienen su energía del océano, en su mayor parte, y acelera la velocidad a la que giran. Es como si alguien modificara el motor de su automóvil para ir más rápido.

Sea cual sea la causa de los incrementos, el primero de los 21 nombres de huracanes en la lista de este año es Ana, seguido por Bill, Claudette, Danny y Elsa. Y, queda por ver si habrá tantos huracanes que exigirá nombres más allá del último de la lista: Wanda. 

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Profesor-Investigador Universidad Central de Venezuela • Miembro de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat • Editor de la Revista Catálisis • Presidente (H) de la Sociedad Venezolana de...