Solo hizo falta una foto para conocer a Leonela Hernández. En medio de una investigación sobre el plan de reubicación de los médicos venezolano, la Asociación de Médicos Venezolanos en Argentina (Asomevenar) compartió en un chat de whatsapp una imagen en la que se puede detallar una pancarta sencilla, con las banderas y los colores de ambos países dibujados. La tela estaba sobre una reja negra, frente a un pequeño edificio blanco de un solo piso, los alrededores de la infraestructura ofrecían pistas que se trataba de una zona rural

El mensaje que se lee en esa foto tiene cuatro potentes y emotivas palabras: “Bienvenida a Carlos Salas”.

— ¿Puedes contarnos la historia de esta foto? — preguntamos a Yang Álvarez, director de relaciones institucionales de Asomevenar.

Su respuesta la compartió por nota de voz:

— Carlos Salas es un pueblito que no tenía médicos hasta ahorita que se va a integrar un médico venezolano, por eso le dan ese recibimiento. Es de estos casos que venimos trabajando desde noviembre del año pasado con intendente y secretario de salud y la diputada Vanesa Zuccari, que es la que nos ha ayudado a insertar a médicos venezolanos en municipalidades de la provincia de Buenos Aires — , respondió el galeno, quien denotaba emoción con cada palabra. 

Yang Álvarez reveló el nombre y los datos de o de la persona que aceptó convertirse en la única doctora que atiende — y reside —  en Carlos Salas, una de las pequeñas localidades rurales del Partido de Lincoln, en la Provincia de Buenos Aires. 

Dos días después, pudimos hacer la entrevista vía skype, en una videollamada. 

La impotencia de sentirse inútil como médica

La tranquila voz de Leonela nos advirtió, antes de verla en la pantalla, que la calidad de la conexión de internet podría interrumpir la conversación. Al segundo intento logramos la imagen, inicialmente pixelada, y que poco a poco fue tomando forma. En el recuadro de la computadora apareció una joven de cabello negro lacio, con gafas oscuras, vestida toda de blanco: con una remera y la tradicional bata de médico. En el fondo se distinguían afiches coloridos, de esos característicos de los centros de salud.

— Aquí el internet no es tan rápido y puede ser intermitente, voy a quedarme quieta en esta esquina para que no se caiga la videollamada — , nos dijo entusiasmada en el momento en que logramos estabilizar la conexión y empezó la conversación.   

Leonela Hernández tiene 26 años. Nació y se crió en un pequeño pueblo ganadero del interior de Venezuela. Carlos Salas le recuerda a Capitanejo porque no se trata de una urbe. La pequeña localidad en la que vive ahora se asemeja a su hogar de la infancia, aunque el clima no llegue siempre a los 35 grados como en los llanos de su niñez. 

Proviene de una familia de padres divorciados y tienes tres hermanos. Su padre murió de cáncer hace más de tres años, por lo que conoce de primera mano la escasez de medicinas y la angustia a la que están sometidos los pacientes oncológicos en Venezuela por la falta de medicinas

Se graduó de médica cirujana en la Universidad Rómulo Gallegos en 2016, cuando tenía 24 años. La vida errante nunca le fue ajena porque durante sus estudios vivió en tres estados diferentes de su país, como parte de sus prácticas profesionales y ofertas laborales. Sin importar dónde se encontrara estudiando o trabajando, siempre tenía la posibilidad de viajar, por al menos 12 horas, para visitar a su madre y a sus hermanos. 

Pero fue hasta 2017 que mantuvo la convicción de ejercer en su patria. Ese año decidió cumplir con su juramento hipocrático más allá de su terruño. 

La crisis hospitalaria que todas las organizaciones sociales de Venezuela han denunciado desde hace tres años la vivió como doctora en el hospital de Santa Bárbara de Barinas. Allí padeció como profesional que la escasez de medicamentos en ese centro de salud era más del 50 %. La impotencia de sentirse inútil como médica, de no poder cuidar adecuadamente a sus pacientes; así como la crisis política y económica de Venezuela la empujaron a migrar, a tratar de reinventarse o ser profesional en otro país. 

Pero lo más doloroso de mudarse nuevamente eran las implicaciones emocionales: tuvo que poner más de cinco mil kilómetros entre ella y su familia. 

A Buenos Aires llegó en el 20 de octubre de 2018. Lo hizo en un vuelo directo hasta Argentina. En el país austral la esperaba su novio, quien llegó primero y averiguó cómo era el campo laboral para los médicos. Las referencias que tenía de su pareja sobre la ciudad eran buenas: le habló de la calidez de los porteños, la amabilidad y la receptividad con los extranjeros. Para ella, ese era un factor importante para decidirse mudar. No quería pasar episodios hostiles como los que han denunciado que viven algunos de sus compatriotas en Perú, Ecuador o Colombia.

— ¿Qué cambió en ti para que decidieras salir de Venezuela? porque suenas muy firme al recordar que no querías salir de tu país.

— La realidad fueron los últimos meses  en el hospital, los últimos meses fueron muy duros para mi. Te hablo de noviembre-diciembre de 2017 y los primeros meses de 2018. Para mi fueron muy duros. Yo no quería ver más la crisis del país. Llegaba a pasar la consulta y el paciente con dolor, el paciente con cualquier cosa que llegara a la consulta. No teníamos cómo tratarlo y que te dicen: doctora tampoco tengo como comprarlo. No sabes qué hacer, porque te desesperas, porque a mi me gusta lo que hago, lo hago con mucha vocación, con mucha entrega. Y bueno ver que el paciente no tiene cómo hacerse una ecografía, no tiene cómo hacerse nada, eso como que te desespera. Yo me retiré de ese hospital fue por ese tema, porque realmente ya no quería ver más la situación que estábamos viviendo. 

— Y de la política en la salud ¿qué puedes decir?  

— Bueno todo se politizó. Terminó yéndose al plano político. El que estaba de acuerdo con el gobierno  tenía a los medicamentos del hospital, el que no, no lo tenía. Bueno todo eso hizo que tomara la decisión de irme, no quería ver más esta situación que estaba pasando. Luego tu familia empieza a sufrir lo que está pasando: no hay medicamentos, no hay comida, no consigues nada. No sabes en qué va a terminar todo esto, de que realmente ya no hay seguridad, no hay nada, no tenemos nada. —

— Cuando llegaste a Buenos Aires con tu novio, ¿conseguiste trabajo de inmediato? 

— No. En un principio empecé a trabajar en una tienda de venta de ropa, estuve unos meses. Luego, le dije a él que me iba a estar con el tema de la convalida y me dediqué a eso a revisar un poco la información: cómo se manejaban acá los pacientes. A conocer las medicaciones con nombres comerciales, porque en un principio es lo que te cambia, la medicina es en todos lados lo mismo. No fue tan difícil encontrar trabajo, ya luego no lo quise hacer más y en eso estuve, en tratar de hacer la convalida. 

— Hiciste la convalida y luego aplicaste al programa de reubicación. ¿Podías escoger donde trabajar o es todo a dedo?  

— El tema es la necesidad de cada provincia. Cada municipalidad hace una lista de qué necesita. Si necesita pediatras, químicos o si necesita traumatólogos, depende de sus necesidades y allí pasan a un grupo y luego te postulas, te hacen una entrevista, te ayudan con la convalida y luego quedas asignado. Siempre vas a tener toda la información de a dónde vas. Con eso siempre han sido muy claro con nosotros, el médico no puede decir que no sabía, nosotros siempre hemos tenido claro de a dónde vamos y cuál es la responsabilidad que adquirimos al decidir irnos si vamos a un pueblo o a una provincia.  

— Entonces antes de mudarte a Lincoln, ya conocías el pueblo… 

— Yo vine hace 5 meses a Carlos Salas. Vine a conocer cuando me hablaron de la posibilidad de venir a Lincoln para trabajar como médico. En un principio sí fue un choque para mi porque estaba con el tema que ya había vivido mucho tiempo en capital y como que te adaptas a todo, pero después me puse a pensar: ¡no! estoy en una zona parecido al sitio donde vivía en Venezuela. Además, la gente super cálida, muy amable, y eso como que te motiva. No consigues gente así en cualquier sitio.  

— ¿El interés de los habitantes de Carlos Salas te hizo aceptar esa propuesta? 

— Eso fue lo que me motivó a venirme acá, a quedarme acá. Fue más que todo un tema de tranquilidad. No sé si es un tema que se parece mucho  al sitio donde yo vivía en Venezuela. Me trae como recuerdos de mi casa y por eso decidí aceptar la propuesta de Lincoln.

Me recibieron con mucho amor

Vanesa Zuccari, diputada provincial por la IV sección electoral en provincia de Buenos Aires por la Unión Cívica Radical (UCR) en Cambiemos, explicó a Efecto Cocuyo que el pueblo de Carlos Salas tenía seis años sin contar con un médico fijo en la localidad. La parlamentaria reconoció que el proceso de reubicación de Leonela se tardó más de lo previsto, con una demora de casi 4 meses. También aseveró que las comunidades rurales de Argentina “continúan teniendo un muy limitado a los servicios sanitarios, en comparación con la población que vive en zonas urbanas”. A su juicio, la oleada de migrantes venezolanos — en especial los médicos venezolanos — puede ser un beneficio “para los pueblos de menos de 2.000 habitantes de la provincia de Buenos Aires, en particular”.

— Pese a que ya los conocías y ellos a ti, ¿te sorprendió cómo te recibieron? 

— Sí, no me lo esperaba (la pancarta). Llegué a Lincoln a las 5 de la mañana ese día, el domingo 8 de septiembre. Me estaban esperando como para llegar a las nueve de la mañana. Ahí hice unas cosas en Lincoln y llegué a las tres de la tarde, y me dicen: ¡no doctora habían más personas esperándola pero bueno como usted se tardó un poco en llegar,  bueno! Me recibieron con mucho amor, de verdad que sí . 

Zuccardi compartió con Efecto Cocuyo que su propia familia esperó a Leonela cuando llegó. La madre de la diputada es la presidente de la Asociación Cooperadora de la Sala de Primeros Auxilios donde ahora la venezolana atiende a la población de Carlos Salas, que no llega a 500 habitantes. “Además estuve al tanto del trabajo de Daniel, el delegado y de Marta y otras señoras que le acondicionaron la casa para su llegada. Hubieron (sic) carteles de bienvenida y una procesión improvisada de vecinos que la acompañaron desde la Salita hasta su casa”. 

— La diputada Vanesa Zuccari  y Yang Álvarez nos contaron que te dejaron detalles en la casa también.

—¡Siiií!, Bueno cuando llegué a la casa de médico, acá en el pueblo, bueno tenía de todo: hasta mercado me habían hecho. Bueno me traen comida, me invitan a cenar. No te puedo decir, hasta el momento me han recibido de la mejor manera de verdad que sí. 

Carlos Salas es un pueblo del partido de Lincoln en el que todo mundo se conoce. La llegada de nuevas personas, que contribuyan con el desarrollo del entorno, se celebra en cada rincón. La localidad tiene un colegio, que solo cuenta con primaria y secundaria. Quienes quieren terminar sus estudio deben hacerlo en Las Toscas, el pueblo más cercano. También hay una iglesia que funge como parte central de las actividades que se organizan en la comunidad. 

La mayoría de la población en ese pueblo de la Provincia de Buenos Aires es adulto mayor, con un promedio de edad de 50 años, según las apreciaciones de Leonela Hernández. En su nuevo hogar no tiene mucha población pediátrica y hay algunos que tienen su misma edad.

En la Asociación Cooperadora de la Sala de Primeros Auxilios Leonela trabaja todos los días de ocho de la mañana hasta la una de la tarde. Luego entra en “guardia pasiva”.

— Estuviste casi un año viviendo en Buenos Aires y te acostumbraste a la movida de una metrópolis. ¿No te da miedo aburrirte, que te sumerjas en la rutina y tranquilidad del pueblo? 

— No creo aburrirme, tengo compañeras que ya me hablaron para ir a caminar y ya tenemos planes para los días — dice entre risas — Acá la gente toma la siesta y voy a tener que empezar a tomar la siesta, sí es más tranquilo  

La oportunidad laboral modificó la dinámica de pareja  de Leonela Hernández. Actualmente su pareja no vive con ella, pero tienen planificado que él se mude a Carlos Salas también. Mientras preparan el terreno para su llegada, su novio viaja 412 kilómetros los fines de semana para visitarla y conocer más de su futuro hogar.

De acuerdo con un censo de Asomevenar, actualmente hay más de 1200 médicos venezolanos en la Argentina. De ese total, 606 están convalidados y facultados para ejercer de manera regular. Del registro se desprende que, de los que trabajan, más de la mitad (62%) lo hace en la provincia de Buenos Aires y el 38 % restante está distribuido en 15 de las 23 provincias de Argentina.

La mayoría de los médicos venezolanos que trabajan en Argentina tienen la intención de continuar con sus estudios y profesionalización. Por lo que los programas de reubicación se amoldan, son parte del plan que tiene cada uno de los galenos para mejorar su trabajo.

— Cuando te dieron el trabajo, ¿conversaron sobre los término o el tiempo que estarás en Carlos Salas? ¿El programa tiene un tiempo de caducidad? 

— Hablamos de que estaría acá un año inicialmente, por el tema que yo quiero hacer residencia acá. Con la distancia que tenemos de Lincoln es complejo decir que voy a estar acá y en Lincoln haciendo residencia. Pero bueno, vamos a ver cómo se dan las cosas. Está el tema que este sería mi tercer año de graduada, y el próximo año sera mi cuarto. Si yo paso del quinto año, tengo que hacer concurrencia y se me prolonga por un año más la residencia.  Pero sí, se habló de trabajar un año más en la municipalidad.

— Eres médica cirujana ¿en qué quieres hacer posgrado?  

— Aquí le llaman residencia a los posgrados. Mis planes son hacer, me gusta mucho la pediatría, pero me gustan más los más chiquitos, hacer neonatología. 

— ¿Cómo te sentiste cuando después de cuatro meses te avisaron que te otorgaron un puesto formal como médica?  

— Inicialmente sentí como mucha alegría de poder ayudar a toda la gente de acá porque ellos como que tenían mucho tiempo sin médicos. Eso siempre te llena mucho, te llena el alma y espero que me deje una experiencia muy bonita todo esto. Espero que la gente se sienta cómoda conmigo, aparte tenemos mucho planes. — 

— ¿Planes?, ¿con la población de Carlos Salas?  

— Sí, tenemos planes de ir a las escuelas, de dar charlas, de incentivar algunas cosas que en estos pueblos se van perdiendo porque la población es muy poca. De que capaz las personas terminan estudiando hasta tercer año y no siguen porque el siguiente pueblo está muy lejos y queremos seguir motivando para dejar un buen mensaje acá, para dejar el hecho de que no deben quedarse solo hasta allí, sino que deben seguir adelante y que la educación es importante, es necesaria. 

En casa pero con nuevas costumbres

Aunque Leonela se siente como en casa y se adapta a nuevas costumbres en Carlos Salas, todavía no le agarra el gusto al mate porque prefiere el café. En Buenos Aires podía mantener vigentes sus costumbres venezolanas, como las gastronómicas, por la disponibilidad de productos propios de  Venezuela que se venden en la capital de Argentina. Confía en que su novio le lleve cada 15 los menesteres caribeños que en su nuevo hogar no puede comprar.

A ella no le da miedo pensar que parte de la salud de una población está en sus manos, al contrario, la reconforta. Según la diputada Vanesa Zuccardi, los habitantes de Carlos Salas la catalogan como un “ángel”, que más allá de convertirse en otro integrante de la familia es “un guardián de la salud”. 

“Ellos están contentos. Saben que alguien vela por su salud. Los 100 km que nos separan de la ciudad cabecera con los 40 km de tierra incluidos que se transforman en barro cuando no en ríos de agua, son sorteados con la presencia de esa hermana latinoamericana que luego de enfrentar la atrocidad de su tierra, refugiada en los designios divinos y sin dimensionar tal vez lo que significa su presencia allí, colma de tranquilidad a esos vecinos que hacen patria en su pequeño terruño”, compartió la parlamentaria.

El informe Profesionales de la salud venezolanos fortalecen el sistema de salud pública en Argentina de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) destaca que existe una desigual distribución de profesionales de la salud en la nación austral, con altas tasas en las ciudades capitales y centros urbanos, lo que genera carencias en el interior del país. Como parte de las iniciativas que ha adoptado el gobierno argentino para resolver este problema se ha facilitado la inclusión de médicos de otros países para cubrir con las necesidades de esas localidad, como el caso de Leonela Hernández en Carlos Salas.

Zuccardi reconoce que la ausencia del recurso humano en hospitales e instituciones afines no garantiza el derecho humano a la salud. A su juicio, la diáspora de médicos venezolanos y los problemas en la contratación de galenos en las zonas rurales de Argentina se complementan, por lo que es una oportunidad para tratar de resolver dos realidades al mismo tiempo.

— Para terminar, ¿qué le dices a los migrantes venezolanos, como tu?

— ¿A los que migran? que siempre se mantengan fuerte, firmes y bueno empezando es difícil, pero luego logramos todo lo que nos proponemos. Soy de las que pienso que es así. En un principio estaba con la idea que capaz no lo iba a lograr y mira ya donde estoy. No tengo un año en la Argentina y ya logré empezar a ejercer como médico.