Lluvias en Vargas. Desde temprano, este lunes 30 de agosto, habitantes del barrio San Antonio se metieron al río Naiguatá y comenzaron a cargar agua en pipotes, botellas y tobos. Otros aprovecharon para lavar la ropa, echarse un baño, refrescarse e incluso un vecino acercó su vehículo a la orilla para lavarlo.
En el sector, en el centro norte del estado Vargas, cumplieron tres días sin agua porque el dique Naiguatá sufrió una fisura que lo perforó en la parte baja. Las autoridades les dijeron que repararán la falla en siete días, pero la comunidad permanece escéptica, especialmente si siguen las lluvias y se retrasan los trabajos.
El sábado, luego de 48 horas de lluvias, el río Naiguatá creció y la gente tuvo miedo. El agua arrastró a dos caballos de una vecina y uno no sobrevivió. Todos estaban alertas. “Teníamos como dos años que no veíamos el río como el sábado. Incluso levantó una losa”, dijo la señora Gisela, habitante del barrio.

En esa comunidad, cuando llueve “y la gente sabe que la cosa viene fea”, suben a resguardarse a un sector conocido como Pueblo Arriba. Les es inevitable recordar lo sucedido en la vaguada de 1999, bautizada como la Tragedia de Vargas.
Mientras empujaba una carretilla, Óscar Ávila comentó que el gobierno local debería enviarles camiones cisternas mientras estén sin agua. Reclamó que los políticos piden apoyo para llegar al poder y luego se quejan de la gente.

Eduardo Vega, otro residente de la zona, expuso que la Alcaldía debe comprometerse más con la comunidad y mejorar el servicio de recolección de basura para evitar que se ensucien los ríos y se tapen las alcantarillas, que además provoca el caos de la vialidad.

Productores afectados
Más arriba, Isaías Graterol conversaba con un conocido sobre cómo las lluvias del sábado afectaron sus parcelas donde produce hortalizas, verduras y algunas frutas en una zona llamada La Torre, en el sector de La Albareña.
El productor, que lleva más de 30 años en el oficio en el que estuvo su padre y ahora también están sus hijos, perdió herramientas como mangueras, picos, palas y machetes, arrastradas por el agua. Además, las lluvias ocasionaron un deslave en la vialidad y no ha podido acceder a la zona donde están dos de las parcelas, en la parte alta. Normalmente hacía siete viajes diarios en moto de ahí al pueblo para vender su mercancía no ha podido acceder a los cultivos que usualmente baja en sacos los lunes y jueves.

Su trabajo como productor es su única fuente de ingreso. En los próximos días, junto a sus hijos, tendrá que dedicarse a despejar la vía como pueda y ver cómo recupera parte de sus herramientas. Tiene la expectativa que algún representante de la Gobernación o la Alcaldía acuda a la zona y puedan brindarle ayuda.
Las ganancias de Graterol han bajado en comparación de hace dos o tres meses. Mencionó que otro de los obstáculos para la siembra es la escasez de insumos como fertilizante y el veneno para fumigar las plagas, que antes adquiría con Agropatria. Las semillas también cuesta conseguirlas, incluso debió mandar a traer unas de Colombia.
Correr de miedo
Nayibi Silva salió corriendo cuando el río Camurí Grande, también en la parroquia Naiguatá de Vargas, comenzó a crecer el sábado 28 de agosto. Gritó, agarró un saco y metió ropa y el decodificador de DirecTV. Luego le echó candado a su casa y llegó hasta un edificio en el sector Las Gradillas. Ahí se vio rodeada de sus vecinos.

“El río se me ha llevado dos veces la casa, ¿qué iba a esperar?”, se preguntó. Como a las dos horas, cuando se calmó la lluvia, regresaron a sus hogares. Ese día también se quedaron sin agua y desde entonces han tenido que recoger del río. Quien puede, costea agua mineral para tomar y quien no, hierve la que recolecta.
Alertas este 30 de agosto
La mujer agradeció que esta vez no hubiese nada que lamentar, pero no se confían. Al mediodía de este lunes el cielo empezaba a nublarse y el mar estaba revuelto, se veía de un color verde grisáceo.
A unos metros de distancia, las rejas de la entrada de la Universidad Simón Bolívar (USB) mostraban vestigios del desbordamiento del río, con desechos vegetales, palos y barro. Ese sábado, una de las rejas incluso se desprendió y se deslizó por en medio de la vía y tocó la fachada del club Camurí Grande, que también se vio afectado.

Empleados del lugar dijeron a Efecto Cocuyo que vigilantes del lugar tuvieron que subirse a las sillas para resguardarse, y que los escombros que arrastró el agua y bloquearon la reja. También indicaron que una zona del club quedó sin agua y con fallas de electricidad.
Vigilantes y a la expectativa
En el barrio Jardín Botánico, sector Tanaguarenas de la parroquia Caraballeda, también estuvieron alertas el sábado por las lluvias.

En la montaña al frente de esa comunidad el agua bajó fuerte “como un chorro”, hacía ceder la tierra e inundaba las calles. Sin embargo, aseguran que la quebrada que tienen a un costado de sus viviendas “no creció mucho”, en comparación con lo vivieron durante el 1999 y 2005.
Asomado al margen de la quebrada, Víctor Morales explicó que el sábado, mientras llovía, él se paraba ahí a inspeccionar el nivel del agua mientras se cubría la cabeza y parte del cuerpo con una bolsa plástica negra. Él, su pareja y su bebé viven en el segundo piso de una vivienda, donde la primera planta quedó sepultada por la vaguada del 1999.

«La cosa se mantuvo tranquila»
No obstante, para lo que vivieron aquella vez, aseguró que este fin de semana pasado “la cosa se mantuvo tranquila”.
A pocos metros, María Morales reconoce que ese terreno donde está levantada su casa, en la que vive con seis niños y niñas, está identificado como zona vulnerable en algún mapa de riesgos de la Gobernación.
“En el 99 el agua tapió la casa de mi mamá que estaba aquí abajo, más abajo tumbó otras”, contó. En algún momento autoridades les dijeron que debían ser reubicados, pero eso nunca pasó.

La mujer se preguntó que, de todos modos, “¿en dónde nos van a montar?” si “todo Vargas son quebradas”. Agregó que, sin embargo, lo más importante sería “que el Estado limpie los ríos y los embaule”.
Tras la tragedia de hace 22 años ella y su familia se mudaron al sector Tocuyito de Valencia, en el estado Carabobo, a más de 200 kilómetros de distancia. Pero, años después regresaron a su hogar. “Aquí me mata el río, pero allá sería la delincuencia. No quería eso para mis hijos. Uno siempre va a estar aquí en Vargas”.

De acuerdo a las autoridades 26 casas resultaron anegadas, una familia damnificada y hubo cinco derrumbes en el eje vía Tanaguarenas-Carmen de Uria.