Para los que no recuerdan, el joven primer ministro griego, Alexis Tsipras, renunció a su cargo el 20 de agosto luego de aceptar un paquete de reformas completamente opuestas a las promesas anti-austeridad que lo llevaron al poder en primer lugar. Las reformas son parte de lo que ya es el tercer rescate de la economía griega por parte de la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, juntos conocidos como la “troika”. Su renuncia fue una jugada política arriesgada, una especie de auto revocatorio del cual, ahora lo sabemos, logró salir con vida. Este pasado domingo (a un mes de su renuncia) se celebraron las elecciones a las que llamó Tsipras durante su renuncia, y fue Tsipras quién volvió a ganar.

Cuándo llegó al poder por primera vez, en enero de este año, las ambiciones de Tsipras y de su partido de “izquierda radical”, Syriza, se podían resumir en tres puntos: (1) acabar con las políticas de austeridad, (2) recuperar la economía, y (3) permanecer en la Eurozona. Siete meses más tarde se había logrado solo uno de estos objetivos: permanecer en la euro, y al precio de los otros dos (o al menos del primero). Decir que no se cumplió el primer objetivo sería quedarse corto. Luego de seis meses de negociaciones arduas, en las que figuraba el controversial ex-ministro de finanzas Yannis Varoufakis, el acuerdo aceptado por ambas partes fue de tanta o mayor austeridad que los acuerdos anteriores (el primer y segundo rescate). La Alemania de Merkel no sólo no dio su brazo a torcer ante las peticiones del pueblo griego, sino que aumentó sus exigencias y reafirmó su lugar como la fuerza disciplinaria por excelencia de Europa.

Aceptar el acuerdo le costó a Tsipras el control político de su propio partido. Para muchos dentro de Syriza, incluyendo a Varoufakis, el acuerdo representaba una humillación tal para el pueblo griego que firmarlo equivaldría a una capitulación total. “Prefiero cortarme el brazo”, dijo Varoufakis cuándo le preguntaron si firmaría otro acuerdo de austeridad. Sin embargo, y a pesar de que los griegos rechazaran contundentemente el acuerdo en un referéndum, Tsipras se vio obligado a aceptarlo por el bien de mantener a Grecia dentro de la Eurozona. El nuevo acuerdo incluye hasta €86 MM en ayuda para ser distribuido a lo largo de los próximos tres años, pero a cambio se requiere una reforma profunda de la economía griega que incluye la implementación de limites en el gasto público, la subida de impuestos sobre el turismo, un incremento en la edad de retiro, la privatización de €50 MM en bienes del estado, y una reforma del sistema de pensiones (que implica recortes a los pensionados). En otras palabras, más de lo mismo que se ha intentado en los últimos 5 años de crisis, y más de lo que Syriza nació para cambiar. Lo único que parece haber cambiado es que el fondo monetario internacional no forma parte del programa de rescate, pues se rehúsan a participar hasta que Europa no acepte aliviar al menos una porción de la deuda. Sí, hasta el FMI opina que la deuda es impagable.

El acuerdo de Tsipras fue aprobado por el parlamento heleno con 222 votos a favor. No obstante, 40 parlamentarios de Syriza votaron en contra. Todo parecía indicar que Tsipras estaba perdiendo el control de su partido y su legitimidad ante el pueblo griego. En vista de una probable división de Syriza y de la posible pérdida de su suelo político, Tsipras renuncia a su cargo el 20 de agosto y llama a nuevas elecciones con la intención de relegitimar su mandato a través del voto. Un mes después, el pasado domingo, logra su propósito con creces. Rompiendo los pronósticos (las encuestas no mostraban un ganador claro) Tsipras logra ser reelegido con mas de 7 puntos de ventaja sobre el segundo partido más votado, el conservador Nueva Democracia. Unidad Popular, la facción comunista que se separó de Syriza luego de que Tsipras aceptara el tercer rescate (acción calificada por ellos como una “traición”), no logró ni siquiera el 3% necesario para entrar en el parlamento.

Con 35.5% de los votos, y a pesar de una abstención alta (solo 55% de participación comparado a un 63% en las elecciones pasadas), Syriza logró obtener 145 puestos en el parlamento (de un total de 300), solo cuatro menos que los que logró en enero. Es probable que forme un gobierno de coalición con Griegos Independientes, quienes tiene suficientes puestos (10) para juntos conformar una mayoría (155). Entre las primeras acciones de su gobierno probablemente estará la de utilizar los fondos entrantes del programa de rescate para recapitalizar a los bancos y levantar el corralito impuesto en vísperas del referéndum. Tendrá también que lidiar con las consecuencias políticas de los recortes de pensión que se ve obligado a implementar (un tema políticamente delicado), y para agregarle a sus dificultades debemos recordar que Grecia se encuentra en el centro de la crisis de migración por la que transita Europa en la actualidad (miles de refugiados e inmigrantes entran a Grecia desde Turquía todos los días).

La victoria electoral es solo el final del comienzo para Tsipras, quien de ahora en adelante tendrá que liderar un gobierno de izquierda anti austeridad pero con las manos atadas a más austeridad. Su gestión va a ser difícil, pero aún no es tiempo de condenarlo al fracaso. Su éxito dependerá de como logre proteger a los más afectados en medio de la inevitable austeridad, navegando entre la implementación efectiva de las reformas y las negociaciones en Bruselas para un alivio, de modo que pueda tanto restaurar la confianza de los inversionistas como mantener la confianza de su electorado. Los griegos le dieron una segunda oportunidad; ahora nos toca ver qué puede hacer con ella.

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