Lindomar Jesús Amaro Bustamante un joven de 27 años de edad arrestado por motivos políticos murió ahorcado el pasado sábado 3 de mayo en el Centro Penitenciario de Aragua, conocido como Tocorón. Según el Comité de Madres en Defensa de la Verdad, Amaro había advertido a sus familiares sobre su deseo de suicidarse, pero las autoridades penitenciarias no tomaron medidas para atenderlo.
En noviembre de 2024, Carlos Valecillo Ramírez escribió una carta donde expresaba su deseo de morir para no seguir sufriendo y fue auxiliado por compañeros de celda el 8 de diciembre cuando se estaba ahorcando, también en la cárcel de Tocorón.
Para profundizar en la situación de la salud mental de los presos políticos en Venezuela, el psicólogo Manuel Llorens, profesor de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), detalló en una entrevista telefónica los impactos emocionales que enfrentan estas personas.
Qué pasa con los presos políticos
Señaló que las secuelas se producen tras «someter a alguien a situaciones de vulnerabilidad y de amenaza». Estas condiciones abarcan: el aislamiento, la arbitrariedad judicial y la falta de a atención médica.
El académico, autor de libros como Los Hombres Libres Nunca Tendrán Prisión y Psicoterapia Políticamente Reflexiva, destacó que el diagnóstico más frecuente en estos casos es el trastorno de estrés postraumático (Tept), que surge tras vivir amenazas graves a la vida o la integridad física, lo que deja síntomas como recuerdos intrusivos, pesadillas y estados de hipervigilancia.
En Venezuela, donde la organización Foro Penal reporta 896 presos políticos al 5 de mayo, muchos enfrentan estas condiciones de detención prolongada.
El Tept, detalla el experto, también puede manifestarse en un deseo de evitar recordatorios de lo que se vivió. En el caso de los presos políticos experimentan ansiedad constante, sobresaltos ante estímulos relacionados con su trauma y, en algunos casos, experiencias disociativas que incluyen lagunas de memoria o desconexión emocional, que pueden llevar a un «embotamiento afectivo».
Secuelas del cautiverio prolongado
Además del Tept, Llorens abordó un diagnóstico emergente conocido como trastorno de estrés postraumático complejo, que, aunque aún no está en los manuales psiquiátricos oficiales, describe las experiencias de quienes enfrentan amenazas continuas en cautiverio.
“Estamos hablando de experiencias donde la persona ha vivido amenazas de vida a su integridad física, pero esas experiencias han sido continuas y normalmente la persona las vive de manera continua porque no hay escapatoria; es decir, son experiencias traumáticas que ocurren bajo cautiverio, entonces las secuelas de ese tipo de situaciones se han visto similares, por ejemplo, en personas que han vivido maltrato infantil, donde están en situaciones de riesgo en su casa y no pueden escapar o violencia doméstica, pero también experiencias como el secuestro, por supuesto la presión política”, explicó.
Este tipo de Tept incluye síntomas que afectan las relaciones interpersonales, ya que los presos pueden sentirse distantes, desarrollar desconfianza hacia el mundo y experimentar una revisión de sus creencias sobre la justicia, la bondad y la vida, advierte Llorens.
Agrega que algunos incluso cuestionan su identidad, preguntándose quiénes son después de lo vivido.
Ansiedad y depresión
La ansiedad y la depresión son otras secuelas frecuentes que enumera el psicólogo, quien explicó que los duelos por las pérdidas asociadas a la prisión, como la libertad o la conexión familiar, pueden derivar en estados depresivos.
Familiares de presos como Osgual González, fallecido en diciembre de 2024, denunciaron que sufría depresión severa. González expresó sentirse «ahogado» y no recibió atención médica antes de su muerte.
Jhoandri Joel Silva, detenido en Cojedes desde julio de 2024, es otro ejemplo. El Comité de Madres en Defensa de la Verdad reportó que Silva, de 26 años, intentó quitarse la vida y se encuentra en grave estado de salud. Sus familiares denunciaron que no ha recibido atención psicológica ni médica adecuada. Este viernes 9 de mayo, fue excarcelado.
Resistir desde la adversidad
Llorens subraya que no todos los presos desarrollan los mismos síntomas. Muchos, especialmente activistas, cuentan con fortalezas internas.
«Son personas con fortalezas, con convicciones, que por eso asumieron los riesgos que asumieron y esas fortalezas y convicciones le ayudan a poder sobrellevar situaciones difíciles, porque cuando pensamos en ellos a veces solo lo pensamos desde el miedo y el horror que nos generan las situaciones que han vivido y perdemos de vista que también hay fortalezas importantes y que esas también están andando durante la experiencia de prisión y a veces la fantasía que tenemos de cómo lo están viviendo es aún peor que lo difícil porque no es dudar que es muy difícil lo que pueden estar viviendo, pero las fortalezas también juegan”, resalta.
El psicólogo citó el ejemplo de Nelson Mandela, quien enfrentó una prisión política en Sudáfrica, con aislamiento y trabajo forzado durante 27 años.
El que fue luego presidente de ese país y premio Nobel de la Paz aprendió afrikáans, el idioma de sus captores, y estableció vínculos con ellos, para sobrevivir emocionalmente. Llorens también cita el caso de presos políticos venezolanos como Gabriel Valles, detenido en los sótanos del Sebin, y que desarrolló una carrera de pintura con materiales mínimos durante su encierro de cuatro años. Fue liberado en 2018.
Actividades como leer, escribir o hacer ejercicio en la celda permiten a los presos mantener un sentido de propósito. Sin embargo, la incertidumbre judicial, como la suspensión de audiencias con mensajes desmoralizantes, afecta su estado emocional, según relatos de propios ex presos políticos.
El aislamiento es una práctica común en las cárceles venezolanas. La prohibición de visitas y las condiciones de detención fueron señaladas como formas de tortura en reportes internacionales. Esto viola las Reglas Nelson Mandela, adoptadas por las Naciones Unidas, que exigen que los Estados garanticen a los presos atención médica, incluyendo salud mental, equivalente a la de la población general.
Falta de atención a la salud mental
El sistema penitenciario venezolano, destaca Llorens, no implementa estrategias para proteger la salud mental de los presos.
«El abandono que parece parte de la inercia, del deterioro de alguna manera, es aprovechado y utilizado de manera deliberada. Entonces, las estrategias para proteger son más bien las estrategias que pueden implementar la sociedad civil y los grupos que están cercanos y las familias; y en ese caso las cosas que son importantes y útiles es que sin duda sepan que se está pendiente de ellos, el movimiento de familiares que sigue activo, poder transmitir información de que se tienen en el mapa de las preocupaciones principales del país. Es sumamente significativo”, agregó.
Para Llorens, la precariedad es una herramienta de intimidación, ya que la falta de protocolos de prevención de suicidio, a pesar de ser conocidos, afecta a los detenidos.
Resalta el papel de la sociedad civil y las familias y la importancia de las visitas, las campañas de visibilización y los actos simbólicos, como recordatorios en redes sociales o encuentros religiosos.
Recordó que, según entrevistas realizadas a ex presos políticos, estos señalan que saber que están en el radar de las preocupaciones del país les da fuerza emocional.
El académico abogó por apoyar a las familias, ya que pasan por grandes dificultades económicas y son «la primera línea de resistencia».
Sostuvo que los psicólogos pueden ofrecerles soporte emocional, ayudándoles a lidiar con las demandas de justicia y el impacto personal que enfrentan.
Acciones para mantener viva la esperanza
También destacó que los esfuerzos de presión nacional e internacional, como juicios y negociaciones, son clave para buscar la liberación de los presos por motivos políticos. Estas gestiones pueden sostener su bienestar emocional y dentro de las cárceles las redes de apoyo entre presos, donde se protegen y comparten información, han surgido como una forma de resistencia.
El psicólogo llamó a los profesionales de la salud mental a nombrar claramente lo que ocurre: «Crímenes de lesa humanidad, tortura y dictadura». Este marco, dijo, evita que el gremio sea cómplice del sistema.